La pintura de Belén Elorrieta posee una serie de factores sobre los que se asienta, de gran solidez, un dibujo muy de pintor, de pintora en este caso; esto es renunciando a todo virtuosismo y utilizándolo solamente como elemento sustentador de las formas. Formas a su vez muy decantadas, llevadas a su esencial definición para el perfecto engranaje formal y significativo de la obra. Pero de lo dicho no debe deducirse que estamos solamente ante una pintura implacable en sus planteamientos plásticos e impecable en la resolución de los mismos. Estamos ante una pintura de un latido de corte expresionista en donde el sentimiento del tema tiene, en cada caso, una relevancia hasta imponerse al resto de cualquier otra consideración. Armonizar tantos y tan variados factores es una de las grandes virtudes de esta pintora, que sabe amalgamar en sus lienzos, individualizándoles, fuerzas y espacios, atenta siempre al primordial latido que las hace vivas y cálidas. Todo ello desde un cromatismo intenso, integrado plenamente en el conjunto, en función significativa antes que decorativa, aunque en ocasiones nos retrotraiga a la brillantez que instauraran los “fauves”.
JOSE MARIA IGLESIAS
Pintor y crítico de arte