Jesús Sáiz y Luca de Tena

EN UN LUGAR DE LA INFANCIA…

“Máxima debetur puero reverentia» D. J. Juvenal. Sátiras, 14, 47

“Así es la alegría de vivir en Belén Elorrieta”
A.M. Campoy. Junio, 1991

“En esa sencillez, cordial y humana, radica uno de los encantos de esta grata pintura”                 Javier Rubio. Junio, 1991

 

“…No, no fui una niña prodigio, llegué a la pintura a los dieciocho años. Primero fue el dibujo, no lo hacía mal, pero el gran hallazgo vino por mi trato con el color. Un día se me ocurrió, más allá de las normas, jugar con los contrastes de colores, con su potencial arbitrariedad… la autonomía del color me hizo comprender, deslumbrada, que yo había nacido para ser pintora. Pintora, sí, como mi abuela Antonia, ¡que pena!, no llegué a conocerla, sólo lo hice por sus pinturas entrañables, costumbristas, llenas de luz y de color, fiel reflejo de su Almería natal.”

En los antípodas del arte “naïf”, la pintura de Belén Elorrieta es un testimonio emocionado del mundo de la infancia, un repertorio de imágenes y de motivos, de líneas y de colores que recrean, nostalgia de lo vivido, a sus seres y objetos más queridos. Belén se cobija en este mundo tan real como pictóricamente transcendido, el mundo de lo cotidiano elevado a categoría, el calor de lo cercano.

La pintura de Belén, como todo arte de calidad, es deudora de maestros anteriores. En el arte de las vanguardias de finales del siglo XIX y de comienzos del siglo XX encontramos referentes muy precisos, aquí recreados con aportaciones nuevas y muy personales. Así, el lenguaje simbolista y algunas formas compositivas de Gauguin que había tomado buena nota de lo dicho por Maurice Denis en 1890, “…cualquier cuadro antes de ser un caballo, un desnudo o tal objeto, es esencialmente una superficie plana cubierta de colores distribuidos en cierto orden”. De Cézanne, toma nuestra pintora la tonalidad por modulación, el ajuste de una mancha de color a sus próximas, respetando lo múltiple en la unidad estructural, dando al cuadro ese aspecto de mosaico, o de vidriera, rebosante de facetas de color. Eso sí, lejos de la pretensión cézanniana de ver el mundo objetivamente porque la pintura de nuestra artista es clamorosa subjetividad . Y Modigliani, en esos rostros que, llenos de expresión, huyen del retrato. Sin su acorde surrealista, sí el realismo poético y soñador de Chagall. Tentación comprensible de otorgarle un legítimo parentesco, citémoslo sin rebozo, Matisse, aunque no participe Belén de la frivolidad tan francesa de este maestro. Hay mucha más hondura en nuestra pintora.

“…Sentada ante el caballete, con el lienzo en blanco delante, comienzo mi trabajo con una referencia a la realidad pero pronto el cuadro sigue por otros derroteros separándose del motivo elegido, el cuadro pide temas y colores nuevos… el cuadro manda. Sí, dibujo con el color, colores puros, rojos anaranjados, azules y verdes, turquesas, violetas… adoro el violeta, amarillos menos… no sé, me da por épocas.
– ¿Dibujo de síntesis?… sí, no derrocho en el trazo.
– Trabajo con veladuras en seco, cuido mucho la arquitectura del cuadro, la composición por planos, desde el fondo al primer término… dos planos y uno en medio, un plano de transición que me ayuda a crear atmósfera.”

Se sirve Belén con dominio de la perspectiva cromática, colores calientes y fríos que conforman volúmenes y formas, corporeidad sin abuso de materia. En esta pintura magistral la gentileza del arabesco dormita sosegada entre líneas rectas.

Bodegones como arquitecturas de la gravedad, interiores y exteriores con niños que juegan en el lento discurrir de una tarde de domingo, la infancia detenida en un tiempo sin tiempo. Palomas lorquianas, ciudades y plazas vistas desde un cielo iluminado en una noche de fuegos artificiales, el discreto pudor de un desnudo apenas insinuado, caballos azules y verdes en elocuente homenaje a Franz Marc… La mar, el río, el huerto y la casa familiares, intemporalidad de las imágenes que permanecen como esperando algo que nunca va a suceder. Beckett y De Chirico en el subconsciente.

Probablemente ella no lo sabe, pero Belén es también una genial ilustradora que cuenta maravillosas historias con sus pinturas. Historias de niña mayor que nos invita a conocer, descorriendo un imaginario visillo, asomándonos con ella, cogidos de su mano. Historias que transcurren en un lugar de la infancia del que Belén Elorrieta, para nuestra gozosa contemplación, sí quiere acordarse.

“ Belén, seguirás pintando, ¿ verdad ?
-¡Siempre, la pintura es mi juguete preferido!”

 

JESÚS SÁIZ Y LUCA DE TENA