Cierto es, como señala Campoy en la presentación del catálogo, que Belén Elorrieta (Madrid 1962) es nombre habitual en los concursos y certámenes de los últimos seis años, tiempo de su breve y fulgurante carrera artística. Cierto, también, esa alegría de viviré y de pintar que se transluce en los cuadros, reflejo de una actitud, de unos conocimientos y de (sobre todo) un innato sentido del color, característica esta última destacable entre todas ellas, por que sin el pretexto que la pintora utiliza (interiores con figura, bodegón), la pintura de Velen Elorrieta sería válida en cualquier modalidad por sí misma, en un sentido abstracto incluso.
Pero está bien que se materialice en esa treintena de obras “domésticas” (solo una se abre al jardín) que, pese a su cualidad íntima, tiene siempre una salida al mundo exterior, a los cielos y la Naturaleza viviente.
El color es sabido, pero hay pomposidad en la manera de tratarlo, pues el pincel de Belén Elorrieta lo distribuye con una “aparente” ingenuidad, con una estudiada sencillez, que elimina del cuadro toda sensación de pretenciosidad. En esa sencillez, cordial y humana, radica uno de los encantos de esta grata pintura, alivio de caminantes en un camino tan frecuentemente inclinado al feísmo como el de la plástica contemporánea.
JAVIER RUBIO
ABC
13 de junio de 1991