BELEN ELORRIETA Y EL ARCO IRIS
La pintura de Belén Elorrieta tiene apariencias de jardines. Florestas de colores intensos: paisajes, interiores, penumbras azules, cielos luminosos… Todo ello lejano de la decadencia o la tiniebla. Es obra erigida sobre un esplendor iridiscente, pues lo tocado por las manos de Belén y nacido de los impulsos de su corazón se transmuta en iris. Pintura de materiales angélicos para pronunciar la Primavera.
En medio de la fumarada del arte contemporáneo, de la abundancia de tantas yermas proposiciones y tantos crípticos planteamientos conceptuosos, aún quedan llamaradas, creaciones de auroral belleza, frescura de manantiales cristalinos: un resto sentimental de edénicos paraísos y ciudades felices.
Esta pintura tan sincera que discurre por anchurosos cauces, almenara de ricos manantiales y horas de gozo creador, está enraizada en persistentes proyectos plásticos característicos de nuestro siglo. Difícilmente catalogable, sin embargo, la obra de Belén recibe desde el Norte una substancia exquisita, herencia viva de los mejores coloristas modernos.
Luis García-Ochoa Académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando