A.M.Campoy

BELÉN, EN UN RADIANTE MEDIODÍA

El año pasado me encontré, y nada azarosamente por cierto, con el nombre de Belén Elorrieta en algunas de las exposiciones madrileñas más significativas: Premio “Blanco y Negro”, Premio BMW, Premio Durán, Encuentros de Espalter, colectivas de Alfama y Balboa 13. Nada azarosamente, digo, porque la visita a esas exposiciones colectivas ya hace tiempo que figura en el calendario obligado de cualquier buen aficionado a la pintura, pues en ellas acostumbramos a descubrir o confirmar muchos de los nombres que se incorporan o se corroboran en la nómina de los valores más seguros. Belén Elorrieta (Madrid, 1962) alterna ya su nombre con los más apercibidos por un público especializado. Las exposiciones en las que figuró en 1990 son de un rigor selectivo extremado, por lo que figurar en ellas es toda una patente de categoría. No es, pues, azaroso encontrar a Belén en muestras tan escogidas. Es, claro es, encontrársela donde exactamente está.

Que es, para decirlo tan certera como poéticamente, en su radiante mediodía, reciente todavía la laboriosa mañana de su iniciación, en lo alto el sol de su seguro camino, vecina ya la tarde de su personalidad plena. Leconte de Lisle cantó el mediodía como rey de los veranos que, extendido sobre la llanura, se deja caer en manteles de plata desde las alturas del cielo azul… Hora de la alegría de vivir, de la vivacidad de los colores, del dibujo risueño, de luminosos interiores, de ingenuo abandono a la felicidad del momento. Así es de clara la “join de vivre” en Matisse. Así es la alegría de vivir en Belén Elorrieta.

A.M. Campoy

Junio 1991